domingo, 31 de agosto de 2008

teorico XV - La puesta en escena de la mirada


Video "Velázquez: El pintor de los pintores" ( 1991)


La transformación del dispositivo de la subjetividad hacia el Siglo XVII implico un nuevo orden de representación que se anuncia a través de rupturas en diferentes Manifestaciones simbólicas en las que percibimos un nuevo modo de ver. El video que presentamos a través de un pintor, Diego Velázquez, nos muestra como la percepción renacentista del espacio entra en crisis.
En "Las palabras y las cosas" Foucault considera que el cuadro "Las Meninas" (1656) de Velásquez inaugura una cuestión esencial en la Modernidad: un orden de representación configurado por: a) el criterio de similitud y diferencias b) el vinculo con lo no ordenado, “lo otro” y c) el hecho de que estas relaciones sólo pueden ser enunciadas por el lenguaje.
A partir del análisis del cuadro de Velásquez “Las Meninas, Michel Foucault se plantea la relación infinita, que se abre entre la pintura y el lenguaje, entre el lenguaje y lo visible, en la que uno es irreductible al otro. Las razones de esta apertura, no se deben al hecho de que la palabra sea imperfecta respecto de lo que informa de lo visible: “por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice” (1999,19)
No hay relación de adecuación entre la sintaxis de un enunciado y la porción de visible a la que pretende referir. Según Foucault en ese hiato que se abre entre el ver y el hablar, se descubre como un objeto propio del discurso, que no lo preexiste y que se bosqueja para volver a perderse. La palabra tiene la potencia de mostrar ocultando, lo que introduce la ilusión de qué podría sustituirse así misma, indefinidamente.
Foucault no habla de dos campos perceptivos sino de una invisibilidad la de la mirada del sujeto que observa Es lo que muestra el truco de Velásquez en Las Meninas, el vacío esencial del sujeto que ha sido suprimido, episteme de la representación moderna.
En el cuadro, ninguna mirada se cruza (todas están perdidas en puntos diferentes) y como tampoco sabemos que pinta Velásquez, y si finalmente, son los Reyes los que miran o son mirados, es tentador concluir que lo que se nos escapa es "el deseo del otro" ¿que desea el otro? ¿Que quiere el otro? Entramos en nuevos espacios de la subjetividad y la representación. Foucault va más lejos cuando afirma que la mirada del espectador completa el cuadro. La mirada del otro restituye lo que somos. Restituye, como por un encantamiento, lo que falta a esa vista. En esta obra concluye Foucault, se ve casi imperiosamente y por todos lados (por todos los huequitos) la desaparición necesaria de lo que la fundamenta: el sujeto (el que da nombre a las cosas). Y libre de la relación que la encadenaba (a significados fijos, dogmáticos y autoritarios) la representación puede darse como pura representación. Duplicidad que anuncia “el pliegue” barroco donde la subjetividad es intersticial frente al oculocentrismo renacentista que gobernaba desde la perspectiva lineal la representación (ese vacío es negado por la multiplicidad de cuerpos de la escena función operatoria que para Deleuze es fundante de lo barroco)

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